Miércoles de Ceniza.

La Iglesia de San Esteban se quedó pequeña. Los numerosos fieles que se acercaron hasta los Dominicos, hizo que los bancos de la Iglesia, fila por fila, se fueran abarrotando haciendo que varias personas tuvieran que quedarse durante la celebración, de pie tras los últimos bancos.

Tanta multitud había que llamó la atención del sacerdote que oficiaba la Eucaristía: "No se si la Iglesia esta llena por la celebración, por la imposición de la ceniza o por la posterior procesión del Cristo de la Buena Muerte", decía.

En el transcurso de la Eucaristía se impuso la ceniza a las personas que así lo desearon, y después tras comulgar, daba comienzo la típica procesión por el Claustro de los Reyes.



A simple vista, había una novedad. El Cristo no era trasladado en vertical como suele ser costumbre si no que, en unas sencillas andas nuevas estrenadas para la ocasión, la imagen era portada en plano inclinado.



Tras la procesión, los hermanos desmontaron al Titular en su capilla, en la que se mantuvo en Solemne Besapies.


Una capilla decorada con flores, y con el olor tan característico del incienso, mezclándose con el olor de la cera de las velas. No había más luz, solo la luz de las velas y la propia luz que desprendía el Stmo Cristo de la Buena Muerte.



En la Capilla, entre las luces y sombras podía verse a la Esperanza ataviada de hebrea por comenzar la Cuaresma. También Jesús de la Pasión, vistiendo una túnica morada. También estaba presente la Piedad, mediante su estandarte. Y se echaba de menos a nuestro Bacalao, que no estaba presente.
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